sábado, 17 de octubre de 2015

Retrato sobre mamá






A mamá le gustan muchas cosas, es una mujer simple y cualquier regalo que le haga alguno de sus hijos le va a gustar ¿cuántos somos? Seis. Sí, sí, en mi casa había televisión. No sé cómo se las arregla una mujer para tener tantos hijos, yo apenas puedo con mi vida, pero creo que ella siempre se imaginó con niños a su alrededor. Estudió para maestra jardinera y ejerció en casa, con nosotros y nuestros amigos. Disfraces, música alta y juegos. A los más chicos les inventaba escenarios en los que ellos eran los superhéroes y la tenían que ayudar a hacer las camas para que los monstruos no invadan el cuarto o imaginaba una pista de hielo en la que teníamos que patinar con medias gruesas o con patines de tela de jogging para lustrar el piso. Apple crunch, tarta de chocolate, rogel, bizcochuelo de naranja y si el bizcochuelo quedaba un poco apelmazado mejor. Siempre hacía un lugar en la mesa para alguien más. Olor a torta o a limón, sobre todo en invierno. Cantaba todo el tiempo, todavía lo hace. La primera en levantarse y la última en irse a dormir, aunque ahora creo que duerme un poco más. La segunda tanda de papas al horno siempre quemadas. Restauraba muebles, pintaba y decoraba casas, vendía empanadas o tartas o seguros o publicidad. Cualquier cosa para sumar “unos pesos” a la casa. Cerca de navidad esa plata la escondía de papá para comprarnos un regalo un poquito mejor. Cuando el Ratón Pérez se olvidó de pasar a buscar el diente que se le había salido Meny mamá le dijo que era por miedo porque nuestro gato, Matute, andaba por ahí. La verdadera historia es que se quedó dormida y no llegó a dejar la plata abajo de la almohada. 

El mueble prohibido del comedor diario: el de los acrílicos, servilletas “especiales” que se usaban para cumpleaños, pero en realidad eran para decoupage, pinceles y demás. Me ayudó con una de las materias que tenía en la facultad, yo nunca supe pintar y dibujar, entre las dos hablábamos la idea y ella me hacía las presentaciones. Mi calificación nunca bajó de nueve. Demasiado servicial, demasiado buena, demasiado gentil. Ayuda a todos, como puede, desinteresadamente. Trata a todos por igual, con el mismo respeto, con atención y una sonrisa. No para de hablar de casas, negocios, neurociencia, hasta que, como dice uno de mis hermanos, hay que presionar ese botoncito de off y pedirle que te escuche, ella en silencio, lo hace. Siempre necesita un abrazo o escuchar un “te quiero” de sus hijos, pero no lo dice. Espera a que cualquiera de nosotros la busque y ahí está, incondicional. “Llego en veinte”, dice, pero entre que tiene que esperar para sacar la tarta del horno, colgar la ropa, que se baña y termina de hacer no sé qué, llega una o dos horas después. Alegre, sólida, fuerte, feliz.  Levanta cualquier cosa que encuentra en la calle, sonríe pícara y lo convierte en arte. Coqueta. Le encantan los perfumes, la ropa, los aros y las selfies. Con esa locura que empuja hacia adelante, nos alienta a cumplir nuestros sueños, a ser felices, nuestra mejor versión ¿Y sus sueños? Todavía le quedan muchos, pero el más importante ya lo realizó, ser mamá.











1 comentario:

  1. Hermosa esa Mamá!!! Siempre alegre y tan luchadora! Y vos bay, siempre haciéndome emocionar! Las quiero reinas!

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