jueves, 9 de junio de 2016

Fucsia, azul, amarillo, violeta, verde: Blanca






Blanca elige sus propios colores. Sonríe sin mostrar los dientes, casi avergonzada, pero cuando está feliz no necesita controlar más su risa y vuelve a ser una niña caprichosa, infantil, divertida y loca. Habla pausado, demasiado pausado, y de todo sabe un poco, hasta que su voz empieza a gastarse y habla muy bajo, con frases sin decir y se apaga y todo se resume al silencio. Rulos, vida y de ella ¿qué sería sin el arte? Concentrada, con los dedos llenos de pintura y las ganas desbordadas de sentir, con el delantal ajustado, respira lento, inspira cambios, crea. Ansiosa, casi compulsiva, porque todo lo que quiere lo quiere ya y trabaja para conseguirlo. En el arte: detallista, metódica, desordenada, reacción, humanidad, comprensión, respeto, lucha, ideales, ese espacio en el que no oculta su historia, tampoco la de sus padres, mucho menos la de su patria y escucha a Charly, a Spinetta y a Mercedes Sosa y a muchas otras mujeres cantoras. Se conoce demasiado, piensa en lo que debería haber hecho o cómo debería actuar o qué cosas la harían sentir mejor, con ella misma y con el resto, y su conclusión siempre es la misma: cualquier cosa la podría haber hecho mejor. Detrás del arte: tachos de pintura, pinceles, desorden, sus hermanos, el mate, aunque el mate siempre estuvo, una juntada con amigos, disparadores, proyectos y más proyectos. Le gusta comer y cocinar, más que nada cuando es para otros, siempre usa verduras y la tarta de manzana es su especialidad. Una cerveza por la tarde, quizás un fernet o dos, la televisión encendida y la creatividad descansa. Sueña con viajar, tener diferentes estilos de vida y aprender de otras culturas y sin dudarlo elegiría Italia o Venezuela, pero por sobre todos los países, Irlanda. Se sabe docente, aunque no de grado. Ojos tristes, esos que una noche, en un bar, con un vaso en la mano y la mirada perdida, encuentran otros ojos tristes, todavía más perdidos. Fucsia, azul, amarillo, violeta y verde, no sabría cuál elegir porque todos le gustan y ansía mirar el recorrido de su vida y ver una larga producción artística, pinturas, murales y trabajos en cerámica. Libertad en mosaico. Responsabilidad, compromiso y ese latido constante que es el miedo a fallarle a su familia, a sus amigos, a su pareja y más aun a ella misma. Ahora una mano sostiene su mano y entre el frío, el lago y la naturaleza, una voz cansada y feliz, le dice que todo está bien. Ella le cree, porque lo sabe, y él también lo cree, porque aunque no lo diga seguido prefiere la realidad que el falso optimismo, y ella cierra los ojos, algo se detiene y sonríe y crece y siente la helada, un pincen entre sus dedos, un lienzo dispuesto al arte, para sacudir conciencias, todas las que pueda, sobre todo la suya y disponerla a la aventura, a los colores, a los sueños, a la libertad.