miércoles, 9 de diciembre de 2015

Entendí por qué volviste


“Esperemos, de Los Palmeras este es su tema preferido”. El termo está lleno, el repasador en las piernas, el mate preparado y todas las cumbias de nuestra adolescencia. Ellos se miran, sonríen, a veces en silencio y lo comparten todo. En un vivero, plantas, colores y no tardan en elegir un futuro juntos.

Entendí por qué volviste. Fuerte, alegre y seguro. Nos acostamos en el pasto a mirar el río, charlar de nada, de todo, algunos silencios, una cerveza fría. Competencia de saludos, afecto incuestionable, incluso de aquellas personas que no piensan como vos, pero con las que contás y con las que siempre te vas a sentir en deuda.

En el hall de un hotel, una charla de cinco minutos, esa voz que transmite paz y calma, a pesar de tener la mente atormentada y la mirada llena de lágrimas. A cada palabra un abrazo y la urgencia de encontrarnos más seguido.

Una familia perfecta, que la pelean todos los días, que ayudan de corazón, que sonríen y se enojan, se desafían, un gesto y entienden qué es lo que necesita el uno del otro. Hay ruido, películas de acción, Spiderman, el guasón que representó Jack Nicholson, en la cama siempre son tres aunque la piecita esté a un paso de la puerta. Juegan a ser superhéroes, luchan por sus sueños, con demasiada energía, esa que no da descanso, que deja sin aliento, que agota y los vuelve imperfectos y discuten y hay días que necesitan una pausa, porque están perdidos o no saben cómo pedir un abrazo en silencio, pero se miran, se aman y siguen juntos ante todo porque saben que no necesitan nada más. Se asustan por el paso del tiempo, se reflejan en un niño, lo bueno, lo malo, todo, son los mismos de antes, también tan distintos, pero ahora el miedo es más fuerte porque pueden perderlo o ganarlo todo.

Convivencia, la misma que tuvimos en calle Santiago del Estero y México, más tarde en Arenales, charlas, risas, un helado y después de tantos “abrígate” hoy lo hace sin que nadie se lo recuerde.
Tanta generosidad en cada abrazo, en cada sonrisa, en todos esos “te quiero”. Me hablaron de mí, incluso aquellos de los que no me acuerdo, de mi familia, del ejemplo que mamá y papá dejaban a cada uno de los que entraban en casa.

Volviste, a pesar de que ya no existe una casa, las familias perfectas son otras y estamos todos dispersos. En tantas amistades nuestro espejo. Sé que vos sentís lo mismo, ese recuerdo constante de lo que fuimos, de lo que permanece y de lo que siempre va a ser. Las miradas, la forma de hablar, los lugares y esas personas con las que el tiempo nunca pasa. Volviste porque supiste encontrar lo que perdimos, la mejor manera de estar juntos, de mantener vivos los valores de nuestra infancia y de recordarnos todos los días que somos lo más importante que tenemos. Pienso igual. Ahora entiendo por qué volviste.


¡Gracias a todos por tanto afecto. Gracias!