lunes, 5 de enero de 2015

Amor en lata




Tendrá un poco de amor para venderme, pero no el de la última vez, ese que viene en lata. Prefiero llevar el polvo, es más fácil de diluir o fraccionar, dos cucharadas, se revuelve y ya está. En cambio en el de la lata, una gota que se derrama es perder muchas sonrisas, abrazos y hasta besos. Y cuando se termina siempre hay que raspar lo poco que queda en los costados. Además, los envases vienen cada vez más chicos y la inflación hace que el precio del amor aumente, aumente y aumente todavía más. Antes los frascos venían por 500 gramos y duraban casi un mes, ahora el más grande trae 250 gramos ¿y el precio?, lo que aumentó el precio, ¿y el tiempo?, el amor dura menos de dos semanas. Está bien, no es que el amor se consume todos los días y aunque quisiera usar un poco todos los días, no podría, tendría que conseguir otro trabajo para poder comprar más. Que lamentable la gente que se hace adicta a los “te quiero”, ni pensar en los quieren mucho o aman. Es lamentable. ¿Cuántos centros de rehabilitación tuvieron que abrirse en los últimos tiempos por este tipo de excesos? Hablando de excesos, en las góndolas a veces no se encuentra, ni en lata ni en polvo, sí el que viene en sachet, ese que es familiar y un poco más económico. Es entendible que las madres compren el de sachet para darles a los hijos, más ahora que los precios de algunas mercaderías en los supermercados están cuidados, pero cuántos niños llegan al hospital por sobredosis. ¿Es que acaso las madres no saben la cantidad diaria que requiere cada niño? Si todos los envases traen las indicaciones en el dorso. Y que tampoco puedan controlar que los mayorcitos no se desbanden, esas cosas antes no pasaban. Ni hablar de los adolescentes, que se compran las botellitas y lo consumen así, directo, del pico. Después uno los ve transando en cualquier esquina y quién sabe qué cosas más harán. Se imaginará lo bien que trabajan los hoteles alojamiento con este tipo de comportamientos. “Se aman”, pero por favor, que “se aman ni que se aman”. Ahora cualquier muchachita se abre de piernas por la cantidad amor que consumen ¿y los padres? La juventud está perdida, realmente está perdida. El amor de calidad era el de antes, ese que venía en barra. Eso sí que era amor verdadero. Hoy en día se vende cada cosa.
Sí, sí, estoy de acuerdo. A quién no le gusta una sonrisa por la mañana, un “buenos días” o un abrazo por las noches, pero esas madres que hacen que sus hijos se vuelvan adictos no tienen perdón de Dios. Las madres de antes eran estrictas y sabían la cantidad justa de afecto que tenían que dar a sus hijos. Estas cosas no pasaban, no pasaban.

¿En lata, solo le queda en lata? Bueno, eso nomás, pero si llega en polvo no deje de guardarme, uno nunca sabe cuánto amor se puede llegar a perder de una lata.  

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