Tendrá un poco de amor para venderme, pero no el de la
última vez, ese que viene en lata. Prefiero llevar el polvo, es más fácil de
diluir o fraccionar, dos cucharadas, se revuelve y ya está. En cambio en el de
la lata, una gota que se derrama es perder muchas sonrisas, abrazos y hasta
besos. Y cuando se termina siempre hay que raspar lo poco que queda en los
costados. Además, los envases vienen cada vez más chicos y la inflación hace
que el precio del amor aumente, aumente y aumente todavía más. Antes los
frascos venían por 500 gramos y duraban casi un mes, ahora el más grande trae
250 gramos ¿y el precio?, lo que aumentó el precio, ¿y el tiempo?, el amor dura
menos de dos semanas. Está bien, no es que el amor se consume todos los días y
aunque quisiera usar un poco todos los días, no podría, tendría que conseguir
otro trabajo para poder comprar más. Que lamentable la gente que se hace adicta
a los “te quiero”, ni pensar en los quieren mucho o aman. Es lamentable.
¿Cuántos centros de rehabilitación tuvieron que abrirse en los últimos tiempos
por este tipo de excesos? Hablando de excesos, en las góndolas a veces no se
encuentra, ni en lata ni en polvo, sí el que viene en sachet, ese que es
familiar y un poco más económico. Es entendible que las madres compren el de
sachet para darles a los hijos, más ahora que los precios de algunas
mercaderías en los supermercados están cuidados, pero cuántos niños llegan al
hospital por sobredosis. ¿Es que acaso las madres no saben la cantidad diaria
que requiere cada niño? Si todos los envases traen las indicaciones en el
dorso. Y que tampoco puedan controlar que los mayorcitos no se desbanden, esas
cosas antes no pasaban. Ni hablar de los adolescentes, que se compran las
botellitas y lo consumen así, directo, del pico. Después uno los ve transando
en cualquier esquina y quién sabe qué cosas más harán. Se imaginará lo bien que
trabajan los hoteles alojamiento con este tipo de comportamientos. “Se aman”,
pero por favor, que “se aman ni que se aman”. Ahora cualquier muchachita se
abre de piernas por la cantidad amor que consumen ¿y los padres? La juventud
está perdida, realmente está perdida. El amor de calidad era el de antes, ese
que venía en barra. Eso sí que era amor verdadero. Hoy en día se vende cada
cosa.
Sí, sí, estoy de acuerdo. A quién no le gusta una sonrisa
por la mañana, un “buenos días” o un abrazo por las noches, pero esas madres
que hacen que sus hijos se vuelvan adictos no tienen perdón de Dios. Las madres
de antes eran estrictas y sabían la cantidad justa de afecto que tenían que dar
a sus hijos. Estas cosas no pasaban, no pasaban.
¿En lata, solo le queda en lata? Bueno, eso nomás, pero
si llega en polvo no deje de guardarme, uno nunca sabe cuánto amor se puede
llegar a perder de una lata.
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