No solamente es premio Nobel de Literatura, es un personaje que siempre tiene un pinto de vista que escuchar. Continúa escribiendo novelas y después de 3 años de inactividad en el rubro, publicó "Cinco esquinas". Los detalles de cómo surgió esta historia y algunas miradas de la vida profesional del autor.
¿Cómo
surgió la idea de tu último libro “Cinco esquinas”?
Es muy misterioso cómo nacen las historias que escribo. No
decido con la libertad con que decido escribir un artículo, en el caso de la
novela siempre se da un proceso mucho más misterioso: surge una imagen, algo
que nace de un hecho verídico y poco a poco, sin darme cuenta, esa imagen es un
fantaseo o juego mental sobre algo en lo que empiezo a pensar, pero sin tener
la idea sobre lo que voy a escribir y empiezo a tomar notas y surge. De esa manera
escribí todas mis historias.
“Cinco esquinas” se da por algo que vivimos todos los peruanos
durante los años de la dictadura de Fujimori. Se contrataban a periodistas
especializados en la chismografía y en el escándalo y muchas veces escándalos
inventados y calumniosos en referencia a los críticos del régimen. Tenía la idea
de escribir una historia que de alguna manera mostrara esa parte de la
dictadura y creo que ese fue el motor a partir del cual empecé a tomar notas y hubo
otras cosas que fueron apareciendo, pero solo al final tenía una idea en
conjunto, en verdad la historia se fue conformando en el transcurso de la
escritura.
¿Por
qué ese barrio?
El barrio le daba cierto simbolismo al título, fe muy
importante en la época de la Colonia, luego de ese esplendor entró en
decadencia, pero tuvo una cierta resurrección a partir del siglo XX porque se
convirtió en el barrio de la música criolla, de hecho iba mucho la gente a
escuchar música. Felipe Pinglo, el más grande compositor de música peruana,
nació en ese barrio. Luego el barrio entró en una decadencia terrible y hoy en día
es muy violento, muy marginal, principalmente por el asunto de las drogas.
¿Qué
tiene que ver con tu enfrentamiento a Fujimori? ¿Es una especie de ajuste de
cuentas?
No, en absoluto. Siendo candidato me di cuenta de que no tenía
ninguna vocación política. Ganó Fujimori y me devolvió a la literatura, a mi
vocación. Sí siento que Fujimori hizo muchísimo daño al Perú, él ganó una
elección libremente, fue reconocido por todos los peruanos como presidente y a
los dos años convirtió en el peor delito que se puede cometer en la política: impuso
una dictadura muy corrupta y muy sanguinaria que fue muy dañina para el país. Recordarles
esto a los peruanos no está mal. Precisamente en este momento en que su hija
tiene muchas oportunidades de llegar al poder.
¿Cómo
fueron tomando importancia algunos de los personajes?
Hubo personajes que se fueron imponiendo, como por
ejemplo el de La Petaquita, que empezó como un personaje muy menor, secundario
y, sin embargo, fue creciendo y se terminó imponiendo y pasó de ser un
personaje secundario a un central. O Juan Peineta, que iba a ser un personaje
pintoresco y de pronto ese personaje tiene consistencia y tiene cada vez más
espacio en la historia y termina siendo casi una figura.
En
la novela hablas del sexo como salvación ¿Cómo llegaste a eso?
Hay circunstancias en las que el sexo surge como una
tabla para la salvación. En el final de la dictadura, había terrorismo de Estado,
el Estado ejecutaba personas, había delincuencia, toque de queda, incertidumbre,
demasiada incertidumbre y nadie sabía qué iba a venir después. Entonces, esa
incertidumbre e inseguridad, muchas veces incentiva la vida sexual. Quizás no
se hubieran dado muchas experiencias si no se hubiera dado ese combo de
paranoia que te llevan a vivir experiencias que te sacan de ese pozo
deprimente.
En
la novela se da una fuerte denuncia al periodismo amarillista, ¿es así?
El periodismo amarillista aparece en nuestro tiempo y es
la conversión de la cultura en una forma de entretenimiento. La cultura se ha
frivolizado, llega a todo el mundo y abarca al conjunto entero de la sociedad,
ya no existe el monopolio de para una elite. Una cultura que se vuelve
entretenimiento, es una cultura que adormece, que retarda y genera actitudes
pasivas. Con esto la cultura pierde algo importantísimo, que es la de curar el
desasosiego, adquirir una actitud crítica de rebeldía contra el mundo tal como
es. La cultura nos mostraba que el mundo está mal hecho y provocaba en nosotros
una necesidad de cambio. La cultura como diversión pierde el efecto de
despertar la crítica o la disconformidad y el periodismo amarillo es una
consecuencia de eso, nada resulta tan divertido como escarbar la vida privada
de la gente, transgredir lo privado, mostrar la intimidad, se convirtió en una
función del periodismo, del peor periodismo.
¿Cómo
fue el proceso creativo de “Cinco Esquinas”?
En el proceso de la creación todas esas cosas iban
surgiendo, muchas veces yo no me las esperaba y me sorprendían. La mayor parte
de los escritores pierden un poco el control de las historias que escriben,
porque hay fuerzas de la propia historia que empujan o van en direcciones que
para uno resultan sorpresivas.
¿Parte
de tu obra se hizo con cartografía y otra parte con improvisación?
Para empezar a escribir necesito tener un esquema, no
podría sentarme a escribir una historia sin tener una trayectoria. Dónde
empieza y dónde termina la historia, los personajes, cómo se cruzan los
destinos de esos personajes, un simple esquema de la historia y eso me da la
seguridad mínima que me permite empezar a escribir. Luego, la primera versión
me cuesta mucho trabajo, porque es una lucha para tener confianza de que la
historia va a salir correctamente. Cuando comienzo a rehacer es distinto, a mí
no me gusta tanto escribir como reescribir. Cuando empiezo a rehacer, a cortar,
a reescribir, ese es mi verdadero placer.
¿Cuál
es tu método de escritura?
Trabajo de una manera muy disciplinada, tal como decía
Flaubert “escribir es una manera de vivir”. Para mí, las mañanas son las horas
más creativas. Pero no me gusta la idea del escritor apartado del mundo, me
gusta tener un pie fuera del escritorio, en la calle y hacer periodismo. Cuando
escribo novelas u obras de teatro me aparto, con los artículos estoy más vinculado
con la actualidad. Hay un riesgo en aislarse demasiado, cortarse de la realidad
es un peligro terrible porque se corta la inspiración.
Dijiste
que hace poco fue el momento más feliz de tu vida ¿Por qué?
El momento más feliz de mi vida como escritor fue una
cena en lo de Cármen Balcells, una queridísima amiga y mi agente literaria,
quien tenía una carta de la Editorial Gallimard de Francia y me dijo que no la
leyera hasta el final de la cena y yo con mucha curiosidad, esperé. Después de
cenar, la abrí, era de Antoine Gallimard, el director de la Editorial, quien se
la había enviado a Carmen y le decía que había llegado la hora de meterme en la
Pléiade y, para mí, esa noticia fue de inmensa felicidad. Aprendí francés para
leer a los escritores en su propia lengua y concebí una admiración muy grande por
los escritores que pertenecen a esa colección, ellos nunca dejarán de vivir
como escritores porque esa colección les asegura la inmortalidad. La idea de
entrar con mis obras me dio tanta satisfacción que ni siquiera haber ganado el
Premio Nobel me dio tantas satisfacciones.
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