lunes, 4 de abril de 2016

Entrevista a Hernán Casciari




Radicado definitivamente en la Argentina, el escritor y creador del blog Orsai, escritor de la obra “Más respeto que soy tu madre” que hace años representa Antonio Gasalla, hace radio una vez por semana en “Perrosde la Calle” con Andy Kusnetzoff y está haciendo “Obra en construcción”, una lectura de cuentos en vivo con actores, músicos, su madre, amigos y parientes en escena.

Después de 15 años de vivir en España ¿Ya estás radicado definitivamente en la Argentina?
Hace tres meses, que estoy acá. Me separé hace cuatro meses de mi ex mujer y me vine. Mi hija vive allá y arreglamos para vernos cada mes y medio.

¿Cómo tomaste la decisión de irte para allá?
No lo decidí. Gané un concurso de cuentos en Francia y cuando fui a recibir el premio, conocí una Catalana y me quedé. No fue una decisión meditada, de hecho acá tenía laburo y allá durante los dos primeros años estuve en negro porque no tenía ni papeles. Con el tiempo empecé a extrañar mucho, pero ya tenía una hija. Me costó muchos años volver.

¿Cómo fue que empezaste a escribir?
Mi viejo tenía una máquina, una máquina Olivetti viejísima, yo tenía dos o tres años y me alucinaba el mecanismo, me gustaba más que mis propios juguetes. Le pedí a mi viejo que me enseñara a usarla y él interpretó que me gustaba escribir, entonces me enseñó, empecé primer grado ya escribiendo muy bien y a máquina. A los 12 años empecé a trabajar en el diario de Mercedes haciendo crónicas deportivas, ganaba guita por escribir y me pareció divertido. Después empecé a hacer revistas en la escuela y no terminé el secundario para poder hacer más revistas. Me gusta mucho la imprenta y la distribución de medios. Me gusta todo el engranaje, de hecho a mis libros los trabajo absolutamente yo. No me gusta delegar eso. Escribir es algo más entre una bocha de cosas buenísimas que tiene comunicar.

¿Cuándo empezaste a escribir ficción?
Cuando empecé a escribir. Al principio los trabajos que conseguía de escritura eran en un diario y fingía que era periodista y empecé a inventar a los entrevistados para poder jugar a que estaba escribiendo cuentos. A los 19 fundé una revista que se llamó “La ventana de Mercedes” y las entrevistas que publicaba eran completamente falsas: a ladrones, a violadores, a astrólogos, que no existían. Las viejas del pueblo creían que eran reales, la otra mitad compartía códigos y entendía que todo era surrealista, pero se generaba mucha confusión. Empecé a jugar así. Después, internet me vino en bandeja para poder mentir, aunque yo ya había practicado bastante.

¿Cómo es tu proceso o cuáles son tus hábitos de escritura?
Los tenía, pero hace tres meses tuve un infarto y tuve que dejar todos los hábitos que tenía. Absolutamente noctámbulo, en la casa todos duermen, caos mental, un escritorio muy desarmado, rituales de humo, tabaquismo, el porro, cosas que ya no hago más, pero que hice durante los últimos 30 años. Desde hace tres meses esos hábitos cambiaron, igual que mi forma de escribir.

¿Cuán difícil te resultó cambiar esos hábitos?
El médico me dijo que no podía hacer más determinadas cosas y resultaron ser las únicas que hacía. En ese momento estaba en medio de ese proceso culpógeno por estar volviendo a la Argentina y una de las cosas que no podía hacer era tomar aviones. No podía volver a España, no era “no me quiero volver”, era “ya no puedo volver”. Me puse muy contento, el médico me estaba obligando a quedarme acá. Estoy tan contento de estar acá que no me costó nada. El infarto me ayudó a acomodar la cabeza.

Dijiste que “si hubieses tenido que elegir el peor momento para morir hubiera sido ese” ¿por qué?
El infarto me agarra en Uruguay, en una casa de campo en Montevideo, alejadísima de la ciudad, un domingo, en un lugar en el que no tenés obra social y la avenida que unía ese barrio con un hospital estaba atiborrada de gente de Peñarol que había salido campeón. Los anfitriones de la casa me subieron a un auto para llevarme al hospital que quedaba a 20 minutos de ahí, pero con ese tráfico podía ser una hora. Apenas salimos, el que me llevaba encuentra un patrullero y le dice “llevo un infartado” y el patrullero empieza a sonar la sirena, la gente se abría y nos hacía camino. A las seis cuadras otro patrullero y ya eran dos. Durante ese viaje pensaba en que me estaba muriendo, era consciente de que tenía que hacer fuerza para respirar, se me bajó la presión, sentía que me iba a desmayar, pero si me desmayaba no tenía la fuerza para seguir respirando y la quedaba ahí. Traté de no pensar mucho, de no sentir la emoción de estar muriendo, porque estar muriendo es un momento importante en la vida. No quería morirme y que apareciera la frase “murió de camino al hospital, casi llega”. Me salvaron de pedo.
El infarto me ordenó la vida, me sirvió de excusa y no solo para quedarme: estar vivo, estar acá, poder escribir, hacer un unipersonal en el teatro, es una yapa, es seguir jugando.

¿Cuál es tu mayor fracaso literario?
Desde hace 14 años escribo una vez por semana para el blog. Es imposible fracasar. Pero antes del Orsai, todo lo que escribí es un fracaso, de los 17 a los 32, cerca de diez mil páginas, todo inservible. Pensaba que ser escritor era ser inteligente, cagar más alto que el culo, ser prestigioso, usar polera negra, fumar en pipa, quería el rótulo, una mentira, un vago, porque en ese momento yo no estaba escribiendo, quería haber sido escritor. Lo único que siempre me salió bien eran las mentiras en el diario para que se lo creyeran las viejas del pueblo, ese sí era yo. Cuando dejé de querer ser escritor, me empecé a divertir, apareció internet y le empecé a escribir a la gente de Mercedes en una plataforma gigantesca. Me di cuenta de que mi voz era esa voz pelotuda. Escribo sobre las boludeces que sé, sobre la gente que conozco, sobre mis amigos y eso me pasó cuando creí que ya no podía ser escritor.

¿Cómo se generó el proyecto de “Una obra en construcción”?
Pergollini me invitó a leer cuentos en la radio, primero muy mal, después le encontré la vuelta, me bajé un programa de audio y a editar. Empecé a gustar leer mis cuentos, a la gente le gustaba, se reían y el año pasado un director me ofreció hacerlo en teatro. Hay cuentos en los que mi vieja participa, antes la imitaba yo, ahora lo hace ella, casi siempre me caga a pedos, me gritaba y lo hace igual que cuando era chico. También enrolla un diario y me pega.

¿Cuál podrías decir que es tu pasión?
Comunicar. Pensar en algo y que le llegue a la gente. Cuando a los 12 años escribía crónicas de básquet, la entregaba los viernes a la tarde y salía los sábados. La escribía en mi máquina, caminaba las cuatro cuadras con mi hoja hasta el diario, entregaba, veía como esa carilla pasaba a una plancha, el rodillo, la distribución, después te llevaban los diarios en bicis, tocaban el timbre y veía cómo pasaba por debajo de la puerta, mi abuela Chola lo abría, buscábamos lo mío y eso que había escrito el viernes a la tarde estaba en todas las casas del pueblo con mi nombre y mi apellido. Para mí eso era magia y lo sigue siendo.  


Entrevista publicada en la Revista Fuera de Hora, no dejes de buscarla. Es gratis!

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