martes, 27 de diciembre de 2016

Es Navidad y llueve


Con el viento se arrasaba todo mi dolor, igual que el alcohol limpió toda la maldad que había en la abuela, para volverse, sin quererlo y sin pensarlo nunca, otra vez en una niña. Habla con inocencia y sonríe, olvida cada momento, cada día y el pasado es su presente. Cualquier pregunta la confunde y ella disfraza el olvido con palabras que la confunden todavía más. Sueña y habla con su madre, la piel en sus manos es suave, demasiado suave, y persigo con mis dedos cada arruga, las piernas flacas, tanto que le cuesta mantenerse mucho tiempo de pie y los ojos tan claros, casi transparentes, y pienso que sí, que es cierto, que afuera es Navidad y llueve, que el alcohol y el pasado y el viento arrasaron con todo su dolor y también con el mío. 

jueves, 22 de diciembre de 2016

No estás sola



Las dos manos en la taza, el olor a menta se mezcla con el frío de la habitación, con el ruido del aire acondicionado, con el pelo fucsia de ella, que a veces también es azul o de muchos colores, que ahora está en silencio, que escribe una historia, con sus diez palabras que son distintas a las mías. Acomodo mis anteojos, abro un libro y leo las primeras líneas para encontrar qué decir. Un perro ladra, pienso que quizás su dueño le enseña a sentarse y después de muchos intentos lo logra y como premio le da un caramelo. No puedo concentrarme, sus dedos de uñas largas color uva golpean las teclas, los tatuajes en sus manos, en sus brazos, en todo su cuerpo, son las marcas de la infelicidad provocada que eligió llevar, pero ella no piensa en el golpe de su escritura, solo en el hombre de su historia, que la espera en su casa, en silencio, quizás con la valija lista para partir, aunque ella no quiera, sabe que va a ser así, que también se va a llevar las fotos, sus revistas y la computadora, pero a ella qué le importan esas fotos si él ya no va a estar más ahí. Ella expresa su amor de la única manera que sabe: con dolor. Pretenciosa. Llena de vida para ser medio amada, con días eternos de soledad, sobre todo los feriados, en los que sale de su casa y camina a las tres de la tarde, debajo de ese sol que agobia, pero no tanto como sus pensamientos, y se compra unos zapatos rosas, de tachas, que sabe de poca utilidad. Vuelve a sus palabras, a la orfandad de su texto, en el que el personaje deja quemar las tostadas y cierra las persianas y busca la noche cada mañana y el pelo y la ropa y los muebles se impregnan de olor a quemado. Su texto es brillante, ella lo sabe y yo también. No estás sola, escribo en mi cuaderno. No estoy sola, escribe ella en el suyo. A veces las palabras hunden, la mayoría de las veces salvan y escribe, no siempre, para ser querida; y escribe, por obligación, para soportar la vida.

sábado, 10 de diciembre de 2016

Los Castagnola: el polo en la sangre



Se conocen como se conocen las familias, adentro y afuera de la cancha. Los Castagnola, con la mirada puesta en el objetivo, con la idea fija en marcar el gol, con el taco en alto, hoy son la promesa del poloargentino.

Camila Cambiaso los mira al costado de la cancha, cerca, siempre cerca, las dos manos en la cara, a veces en silencio, a veces algún grito, con esa preocupación y nervios de madre. Una mamá que los acompaña, que les inculca el esfuerzo, que respeta cada una de sus decisiones, que está ahí, como la necesiten, para su marido y para sus hijos.

Los chicos todavía son chicos y Lolo se los recuerda, ellos juegan para ser profesionales y su papá prefiere que jueguen al polo, que agarren ese polo del bueno, que se diviertan, pero en el momento en que decidan ser profesionales que sea con convicción, laburo, mucho laburo y sacrificio y tiempo.

Todos decían que Lolo estaba loco, quizás un poco chiflado, que los chicos todavía eran unos nenes, pero él los ve en las prácticas, arriba de los caballos, él los ve en su casa y todos los días se habla de lo mismo y todos los días se siente lo mismo y él sabe de esa pasión y de que para el polo ya no son unos nenes.

Jugaron la copa de la República y salió como esperaban: entre abrazos y lágrimas, esa sensación inexplicable de ganar y de compartir la cancha con sus hijos. Ellos juegan para ganar, pero Lolo se ocupa de recordarles que sean humildes, que el respeto es fundamental y que sigan metiendo golazos.

En la vida uno se pone objetivos y, tras el festejo masivo de cada gol, el Abierto de San Jorge fue otra demostración de que cuando se quiere se puede. Pensaban que se podía ganar, jugaron sin presión y confiaban en que el equipo era muy bueno. Lolo marcaba los errores, quizás con alguna que otra puteada, pero Barto y Jeta saben que es para ganar.  

Hace pocos días, Barto y Camilo levantaron la Copa Santa Paula, del Torneo Intercolegial, y Lolo sonríe, cada vez que habla de sus hijos sonríe con orgullo. Dice que Barto es un líder nato y Camilo siempre va para adelante, que Bartolito va tranquilo a todas las jugadas y que Jeta es un número 1, que es un honor compartir la cancha con ellos, porque no sienten miedo, porque juegan de igual a igual y que quizás es más exigente dentro de la cancha que como papá.

El esfuerzo de no rendirse, del colegio a los caballos, de los caballos a la cancha, al mate, al polo. Barto disfruta de jugar con gente que conoce y dice que no imita a su papá, en nada, pero ambos saben que es su mayor influencia. La relación con su hermano, con Jeta, es muy buena, siempre está, no sabe cómo, pero en la cancha, cuando mira hacia adelante, siempre está. Lo admira, dice que tiene mucho taqueo y que aparece en momentos claves. Serio y reservado, Barto de él no dice nada, lo demuestra en la cancha.  


“¿Con quién hablás? ¿Apago la luz?”, pregunta Jeta mientras Barto termina de hablar por teléfono, de dar la entrevista. Jeta apaga la luz, al día siguiente tienen colegio, pero a ellos eso no les preocupa, hablan de caballos y se duermen ansiosos porque el día siguiente es otro día de polo, de cancha, de jugadas, juntos.  



Revista Polo Live #36