Se conocen como se conocen las familias, adentro y afuera
de la cancha. Los Castagnola, con la mirada puesta en el objetivo, con la idea
fija en marcar el gol, con el taco en alto, hoy son la promesa del poloargentino.
Camila Cambiaso los mira al costado de la cancha, cerca,
siempre cerca, las dos manos en la cara, a veces en silencio, a veces algún
grito, con esa preocupación y nervios de madre. Una mamá que los acompaña, que
les inculca el esfuerzo, que respeta cada una de sus decisiones, que está ahí, como
la necesiten, para su marido y para sus hijos.
Los chicos todavía son chicos y Lolo se los recuerda,
ellos juegan para ser profesionales y su papá prefiere que jueguen al polo, que
agarren ese polo del bueno, que se diviertan, pero en el momento en que decidan
ser profesionales que sea con convicción, laburo, mucho laburo y sacrificio y
tiempo.
Todos decían que Lolo estaba loco, quizás un poco
chiflado, que los chicos todavía eran unos nenes, pero él los ve en las
prácticas, arriba de los caballos, él los ve en su casa y todos los días se
habla de lo mismo y todos los días se siente lo mismo y él sabe de esa pasión y
de que para el polo ya no son unos nenes.
Jugaron la copa de la República y salió como esperaban:
entre abrazos y lágrimas, esa sensación inexplicable de ganar y de compartir la
cancha con sus hijos. Ellos juegan para ganar, pero Lolo se ocupa de
recordarles que sean humildes, que el respeto es fundamental y que sigan
metiendo golazos.
En la vida uno se pone objetivos y, tras el festejo
masivo de cada gol, el Abierto de San Jorge fue otra demostración de que cuando
se quiere se puede. Pensaban que se podía ganar, jugaron sin presión y
confiaban en que el equipo era muy bueno. Lolo marcaba los errores, quizás con
alguna que otra puteada, pero Barto y Jeta saben que es para ganar.
El esfuerzo de no rendirse, del colegio a los caballos,
de los caballos a la cancha, al mate, al polo. Barto disfruta de jugar con
gente que conoce y dice que no imita a su papá, en nada, pero ambos saben que
es su mayor influencia. La relación con su hermano, con Jeta, es muy buena,
siempre está, no sabe cómo, pero en la cancha, cuando mira hacia adelante,
siempre está. Lo admira, dice que tiene mucho taqueo y que aparece en momentos
claves. Serio y reservado, Barto de él no dice nada, lo demuestra en la cancha.
“¿Con quién hablás? ¿Apago la luz?”, pregunta Jeta
mientras Barto termina de hablar por teléfono, de dar la entrevista. Jeta apaga
la luz, al día siguiente tienen colegio, pero a ellos eso no les preocupa, hablan
de caballos y se duermen ansiosos porque el día siguiente es otro día de polo,
de cancha, de jugadas, juntos.
Revista Polo Live #36
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