“Esperemos, de Los Palmeras este es su tema preferido”. El termo está lleno,
el repasador en las piernas, el mate preparado y todas las cumbias de nuestra
adolescencia. Ellos se miran, sonríen, a veces en silencio y lo comparten todo.
En un vivero, plantas, colores y no tardan en elegir un futuro juntos.
Entendí por qué volviste. Fuerte, alegre y seguro. Nos acostamos
en el pasto a mirar el río, charlar de nada, de todo, algunos silencios, una
cerveza fría. Competencia de saludos, afecto incuestionable, incluso de
aquellas personas que no piensan como vos, pero con las que contás y con las
que siempre te vas a sentir en deuda.
En el hall de un hotel, una charla de cinco minutos, esa voz
que transmite paz y calma, a pesar de tener la mente atormentada y la mirada
llena de lágrimas. A cada palabra un abrazo y la urgencia de encontrarnos más
seguido.
Una familia perfecta, que la pelean todos los días, que
ayudan de corazón, que sonríen y se enojan, se desafían, un gesto y entienden
qué es lo que necesita el uno del otro. Hay ruido, películas de acción, Spiderman, el guasón que representó Jack Nicholson, en la
cama siempre son tres aunque la piecita esté a un paso de la puerta. Juegan a
ser superhéroes, luchan por sus sueños, con demasiada energía, esa que no da
descanso, que deja sin aliento, que agota y los vuelve imperfectos y discuten y
hay días que necesitan una pausa, porque están perdidos o no saben cómo pedir
un abrazo en silencio, pero se miran, se aman y siguen juntos ante todo porque
saben que no necesitan nada más. Se asustan por el paso del tiempo, se reflejan
en un niño, lo bueno, lo malo, todo, son los mismos de antes, también tan
distintos, pero ahora el miedo es más fuerte porque pueden perderlo o ganarlo
todo.
Convivencia, la misma que tuvimos en calle Santiago del
Estero y México, más tarde en Arenales, charlas, risas, un helado y después de
tantos “abrígate” hoy lo hace sin que nadie se lo recuerde.
Tanta generosidad en cada abrazo, en cada sonrisa, en todos
esos “te quiero”. Me hablaron de mí, incluso aquellos de los que no me acuerdo,
de mi familia, del ejemplo que mamá y papá dejaban a cada uno de los que
entraban en casa.
Volviste, a pesar de que ya no existe una casa, las familias
perfectas son otras y estamos todos dispersos. En tantas amistades nuestro
espejo. Sé que vos sentís lo mismo, ese recuerdo constante de lo que fuimos, de
lo que permanece y de lo que siempre va a ser. Las miradas, la forma de hablar,
los lugares y esas personas con las que el tiempo nunca pasa. Volviste porque supiste encontrar lo que perdimos, la mejor manera de estar juntos, de mantener vivos los valores de nuestra
infancia y de recordarnos todos los días que somos lo más importante que
tenemos. Pienso igual. Ahora entiendo por qué volviste.
¡Gracias a todos por tanto afecto. Gracias!