miércoles, 10 de julio de 2019

Blaskapelle: la fiesta de los vientos



Llueve. Llegué antes de que se largara con fuerza, la lluvia no frena a nadie. Es viernes. Están los de camisas floreadas y gorras que después van a seguir de fiesta. Están los que se sientan en la barra, los que sacan fotos a los vasos de birra, a los tragos, a las papas fritas y las selfies que, en ese instante, se convierten en historias. También están las parejas, los que se quedan parados, esos que llegaron en malón y tienen que juntar mesas, los oficinistas con su after y el ritual de todos los viernes, pero todavía están serios y de camisas y hablan de las cosas que quedaron pendientes o de los chismes del trabajo. Están los de bermudas, las que hace unos días quedaron con amigas, las polleras, el encaje, las charlas para ponerse al día.
  
Hace calor. Una de las camareras saca un abanico de su delantal y baila y espera que la llamen. Los oficinistas van por su segunda o tercera cerveza y ya se les marcan las aureolas de transpiración debajo de cada axila y en la espalda y pasaron del chisme al fútbol. La gente en las mesas habla o, más bien, grita y no se escucha nadie con nadie.

Parece que es un viernes como cualquier otro, esos en los que no pasa nada y no importa si llueve y es verano y hace calor y va a llover toda la noche y, de repente, como si fuera magia, el golpe de un tambor y otro golpe, otro tambor y una trompeta, un trombón y el saxo y otro y aparece Blaskapelle.

La banda de Jägermeister aparece en Alemania con la idea de crear un contenido distinto. También por la tradición de marching band que hay en Europa y en Alemania sobre todo, deciden crear una banda que se llama Blaskapelle que quiere decir “Banda de músicos”, bien al estilo alemán. La banda empieza representando a la marca, después se presenta en activaciones y en eventos, crece y a agarra vuelo propio. Con el tiempo la contratan para festivales y terminó tocando en el festejo del Bayern de Múnich cuando sale campeón. La Blaskapelle hoy toca en otro montón de situaciones y se convierte en algo grande para la marca en Alemania.

A Jägermeister se le ocurre hacer la versión argentina. Es así como se crea Blaskapelle: basada en vientos y percusión, la primera en América. Esta banda de músicos aparece sin anunciarse en bares, fiestas y festivales donde interpretan canciones de diferentes épocas y géneros. Pienso que quieren alegrarnos la noche. En Alemania, en Argentina, donde sea, Jägermeister la pegó, porque podemos ser muy distintos, con culturas muy diferentes, pero hay algo que es igual para ellos y para nosotros: la emoción es fuerza, la música, pasión.

Blaskapelle toca “Thriller” de Michael Jackson. Es imbatible, se mueve el piso. Si hay alguien de mal humor al instante se pone de buen humor, si alguien está triste se pone alegre o mueven los pies, algo pasa, lo que sea, porque es un tema bárbaro. Pienso que entre ellos también se alegran la noche. Se nota que se divierten, se hacen caras, se sonríen, mueven los hombros y parece que improvisan. Es un proyecto para que la gente pueda bailar, para que pueda sentir el vínculo con la música, con el cuerpo, con otros. Dos bailarines saltan y bailan y la gente, desde sus sillas, también mueve los hombros. De nuevo, aparecen los teléfonos, los que filman o los que se sacan fotos con la banda atrás.

Llueve y no se nota. El tambor agita. La música abre el camino y se mueven entre la gente, entre soplos de trompeta, de saxo. Suena “Up town funk” y ahora las chicas se levantan. En las caras sonrisas. Vuelan los brazos y las piernas. Vienen sonidos azules, rojos, verdes y naranjas. Se alteran, insinuantes, los movimientos de la cabeza, de los hombros, de la espalda, de las piernas y son pocos los que quedan en sus sillas.

Sube la temperatura en la cervecería. Entre los músicos forman una ronda y baila ella. Murga en la lluvia: se moja los pies, las manos, está empapada y los instrumentos también y no importa. Pero qué va a importar si están todos locos. Sí, locos. La percusión es una fiesta. La bailarina entre la gente, arriba de una mesa, levanta los brazos, aplaude y todos levantan los brazos y aplauden. El bailarín hace break dance. Y las palmas arriba y arriba y todos aplauden y vuelven a aparecer los flashes y las filmaciones, porque estábamos todos ahí, sin esperar nada y ahora todos inundados de alegría.

En la Argentina la banda está liderada por Walter Broide, baterista de Natas y Poseidótica, que le encontró la vuelta y agregaron a la lista temas populares en Latinoamérica: “Llora me llama” de Grupo Play y “La vida es un carnaval” de Celia Cruz. Agitadores, eso es Blaskapelle. Un fenómeno de creación colectiva que hace bailar, cantar, celebrar. Un lugar de pertenencia donde el baile es una celebración ritual.
  
La banda se mueve, vientos y colores desfilan alrededor de las mesas. Los que estaban adentro se levantan de sus mesas y siguen a la banda. Los oficinistas, con otras pintas llenas de cerveza, también los siguen. La banda vuelve a tomar el patio. La música es carnaval y “Todo aquel que piense que la vida es desigual, tiene que saber que no es así, que la vida es una hermosura. Hay que vivirla”.

Infinita buena vibra. Se arma el trencito entre la gente, los músicos, los camareros, los de la barra y los bailarines. Se mueve el viento, la lluvia y las sonrisas. “Oh oh oh ay, no hay que llorar, que la vida es un carnaval, que es más bello vivir cantando” y todos cantan y gritan cantando.

De a poco, la banda se aleja. Con la misma euforia con la que entraron es con la que se llevan el carnaval. Las chicas de Jägermeister reparten entre todos los últimos tubitos del licor. Bailan en la lluvia. Son sonrisas y dientes abiertos. Alegre y fugaz, Blaskapelle es una fiesta.

Salen con las zapatillas empapadas, las gargantas secas, la que lleva la bandera les reparte agua y ellos se pasan la botella. Sonríen. Se secan un poco y vuelven a subir a la camioneta. Se van a otro bar, a otra fiesta, para Blaskapelle esto recién empieza. 


Revista Fuera de Hora marzo/abril 2019





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