martes, 11 de abril de 2017

Entrevista a Claudia Piñeiro







Escritora y dramaturga. Estudió y ejerció de Contadora Pública, pero siempre le gustó escribir y contar historias y decidió volcarse de lleno a la literatura para recuperar la felicidad en su vida. Escribió varios libros hasta que en el año 2005 le otorgaron el Premio Clarín por “Las viudas de los jueves”, novela que la convirtió en una de las escritoras más influyentes de la Argentina.


¿Cómo viviste el rodaje de “Las grietas de Jara”?
Claudia Piñeiro: Actúo y es un gusto. Hace un tiempo, surgió una imagen después de leer “El nadador”, un cuento de Cheever, y de ese cuento hay una película y en esa película aparece Cheever. Igual que a él, me propusieron hacer una escena con Oscar Martínez y, por supuesto, acepté. Fue impactante.
¿Cómo es la relación entre el libro y la película? ¿Van de la mano?
CP: La novela es la novela. Después, con esa novela, alguien la toma y se agregan un montón de cosas que ponen el director, los actores, el iluminador, el escenógrafo y cambia el texto en función de la riqueza de otros artistas. Mi actitud es de espera, ver con qué me sorprenden, en qué se convirtió.
¿Cómo surge un nuevo libro y cómo lo escribís?
CP: Aparece una imagen, igual que un sueño. Esa imagen me sigue y los personajes me hablan y se mueven. Me doy cuenta de que ahí puede haber una novela y la dejo macerar. Con el tiempo aparece lo que hay atrás, pero es algo bastante intuitivo. Empiezo a escribir y a la larga entiendo por qué apareció, pero no del todo y quizás está bien no saberlo del todo. En ese primer momento está la magia. Lo demás es trabajo duro: buscar en otros autores, en otros recursos, resolver problemas de escritura, desarrollar personajes, trabajar y trabajar hasta que salga lo que tenga que salir.
Casi siempre sé cómo termina, a veces no, como con “Elena sabe” que pensé que la novela terminaba de una forma, empecé a escribir, pero hice que los personajes fueran por caminos que no eran pertinentes para el final. Armo el principio, pero en el medio no sé lo que va a pasar y los detalles del final se terminan de pintar en el final. Después corrijo. Corrijo todo el tiempo. Tiene que ver con lo obsesiva, pero también con el tono, si no lo

encuentro en el primer capítulo lo encuentro después y tengo que volver atrás para poder emparejar.
 
¿Cuál fue la imagen que apareció en “Elena sabe”?
CP: Una mujer en la cocina, sentada en una silla y toma la medicación para el Parkinson y espera a que le haga efecto para poder caminar. Si la pastilla no hace efecto ella no se puede mover y no puede hacer todo lo que sigue de la novela. Mi mamá tuvo esa enfermedad y se sentaba en la cocina de su casa, ese lugar habitual en el que leía o tomaba mate. No sé si la vi en esa posición, pero sí la vi demasiadas veces esperar que las pastillas le hicieran efecto.
¿Ese personaje tiene cosas parecidas a tu mamá?
CP: La enfermedad y me parece que ya es mucho. Para componer un personaje hay que tomar personas reales y le robás a tu mamá o a un hombre o a un niño porque te sirve la forma en que se enojan o en que se ríen o en que resuelven determinadas situaciones.
¿Tenés algún personaje preferido o que te haga acordar a alguien?
CP: La única novela que tiene mucho de autobiográfico es “Un comunista en calzoncillos” en el que el personaje del padre es mi padre y la niña soy yo y la tapa del libro es una foto nuestra. Aunque esa novela es una ficción, ese personaje es mi padre y está basado en una persona real.
¿Con ese libro pudiste hacer catarsis?
CP: La escritura es una necesidad de contar historias, no está para hacer psicoanálisis. La escritura es la escritura y para hacer catarsis hay que ir al psicólogo. Es cierto que la escritura puede ayudar como te pueden ayudar muchas otras cosas, pero no se escribe para hacer catarsis. Lo único que quiero es contar historias.
“Un comunista en calzoncillos” es la más autobiográfica. La empecé a escribir cuando me pidieron un texto sobre el inicio de la dictadura militar. Yo era una niña y tenía que ir a lo de una amiga. En ese momento muchos pensaban que era bueno que sacaran a Isabel Martínez de Perón, pero en mi casa papá estaba preocupado y yo no le podía contar eso a mi amiga. Después me di cuenta de que no me podía haber enterado así del comienzo de la dictadura militar. Empecé a rastrear y surgió una cosa y después otra y otra y se armaron un montón de imágenes de la Argentina mezcladas con situaciones personales: una niña y su padre, la niñez y la adolescencia, de la democracia a la dictadura. No sé cuánto de esto me ayudó a conocerme a mí misma, pero tampoco me ayudaron 30 años de psicoanálisis. “Una suerte pequeña” no tiene nada de autobiográfico, pero hay muchas partes de esa novela en las que la escribía y lloraba.
¿A quién recurrís o qué tipo de comentarios buscas a la hora de terminar una novela?
CP: Amigos y amigas muy buenos lectores o escritores que aportan sobre lo profesional o la técnica y confío en su mirada para hacer un análisis como el de un editor. Esas miradas me ayudan a mejorar el texto. Después lo mira un editor y un corrector, pero los primeros son mi hijo, mi pareja y mis amigos.
¿Cuál es tu libro que más te gusta?
Todos tienen algo y siempre me trato de superar. “Las grietas de Jara” fue el primer libro en el que el personaje principal es un hombre porque mis personajes están siempre más vinculados a las mujeres. Era un desafío meterme en la cabeza de un hombre, pero cada libro tuvo su propia dificultad. En el próximo libro, me ocupé mucho de los personajes secundarios, algo que para mí era muy importante.
¿Cuándo sale tu próxima novela?
"Las maldiciones" va a salir este año, pero todavía está en ese proceso. Es una novela más del tipo de “Betibú”. No es policial, pero tiene elementos del policial en el mundo de la política. Una novela de personajes como todas mis novelas.
¿Cuál es tu mayor fracaso literario?
Los pedidos por encargo. Cuando me recibí de Contadora me llamaron de la Universidad y me dijeron que yo tenía que dar el discurso en el Aula Magna de la Facultad de Derecho. Escribí un discurso horrible y me daba vergüenza y no hubo forma de mejorarlo. Un Contador no tiene por qué saber escribir bien, pero a mí me gustaba escribir y era una oportunidad. Con el oficio y el tiempo lo hago, pero nunca quedo conforme.
¿Sos mejor escritora o reescritora?

Siempre hay que reescribir o al menos yo tengo que reescribir, pero en esa reescritura me pongo tan obsesiva y pierdo la esencia de esa primera escupida y busco recuperar ese impulso y locura inicial.  




Nota para la Revista Fuera de Hora

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